La noche se cierra, al filo de la una y media o de las dos de la madrugada, sobre el extraño corazón de la ciudad.
Miles de hombres se duermen abrazados a sus mujeres sin pensar en el duro, en el cruel día que quizás les espere, agazapado como un gato montés, dentro de tan pocas horas.
Cientos y cientos de bachilleres caen en el íntimo, en el sublime y delicadísimo vicio solitario.
Y algunas docenas de muchachas esperan - ¿qué esperan, Dios mío?, ¿por qué las tienes tan engañadas? - con la mente llena de dorados sueños...
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